Son
innumerables las veces que he escuchado halagos sobre el sistema educativo
finlandés, y más innumerables si cabe, las veces que he oído calificativos
indeseables para el sistema educativo español. ¿A qué se debe esto? Realmente,
¿tenemos motivos para merecernos esas “etiquetas”?
Para
apoyar mis argumentos me he informado previamente sobre los aspectos más
relevantes de la educación finlandesa y hacer la comparativa partiendo de la
base española.
Considero
fundamental partir del fracaso escolar,
muchísimo más agravado en España que en Finlandia. Mientras que en España muchos
abandonan la E.S.O sin conseguir la titulación, otro muchos se conforman con
terminarla y no continuar estudiando; frente a los finlandeses que se
matriculan en universidades, según las estadísticas hasta en un 71% de los
casos.
La figura del profesor marca un punto de
partida en todo esto. Mientras que en Finlandia se exigen elevados niveles de
conocimiento y calificaciones, en España la nota media no es elevada (de hecho,
con un simple aprobado ha habido, y hay, multitud de estudiantes matriculados
en titulaciones de magisterio). Esto, en mi opinión iría ligado a la motivación e implicación que sienten y
manifiestan los profesionales. En Finlandia es básico para los profesores actualizarse
y mejorar tanto en métodos como en estrategias educativas o conocimientos;
mientras que en España hasta el día de hoy (y en muchos casos ni eso) no hemos “despertado”
de la importancia del aprendizaje continuo y reciclaje de conocimientos (por
ejemplo: en el caso de las reformas educativas del bilingüismo nos encontramos
con multitud de docentes que ansían la llegada de su etapa de jubilación antes
de tener que ponerse a trabajar el inglés para impartir sus materias). Menos
mal que aún quedan profesores que no se acomodan a sus puestos de trabajo y buscan
prosperar cada día, sino estaríamos cavando nuestra propia tumba educativa.
Todo esto
también considero que va ligado a los salarios
de los docentes: un profesor finlandés cobra 3.400€ al mes de media, frente
a los 1.500€ al mes de media que cobran los maestros españoles).
Las calificaciones y pruebas académicas también es un dato a tener en
cuenta en la incorporación del profesorado a sus puestos. Mientras que en
Finlandia realizan toda una serie de exámenes y pruebas psicológicas antes de
ejercer como docentes, en España se exige aprobar una oposición y tener una
nota numérica superior a la del resto de los opositores.
El tipo de enseñanza también marca desigualdades. En
Finlandia son casi nulas las escuelas privadas mientras que en España existen
multitud de colegios privados y concertados.
Por su
parte el Estado tampoco favorece
mucho con su intervención. El aporte
presupuestario a los asuntos educativos es mucho más reducido que en el
caso Finlandes, y los cambios
legislativos entorno a la educación se llevan a cabo casi con cada cambio
de gobierno que sufrimos los españoles. (Todos quieren imponer, a nadie le
parece bien lo fijado en el modelo anterior y por eso destruyen lo construido para
empezar de cero).
¿Estáis de acuerdo con mis conclusiones? ¿A
alguien le quedan ganas de “ponerse a hacer” y dejar de “mirar qué se puede
hacer”?
Paola Alemán
Paola Alemán
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